En tiempos de calor, nuestro apetito tiende a reducirse la mayoría del tiempo debido a que nuestro organismo ahorra energía y disminuye la necesidad de ingesta calórica. Pero, incluso cuando tenemos hambre, es muy habitual que durante el verano tengamos algunos kilos de más.
Según el punto de vista científico, esto se da debido a que el frío ayuda a perder peso, mientras que, con el calor, tenemos una capa de grasa que actúa como aislante térmico. La grasa corporal ayuda a regular nuestra temperatura, por lo que cuando hace frio, la grasa nos aísla térmicamente y nos protege del frío.
Efecto Browning
Además, se produce un efecto conocido como ‘’Browning’’, que es cuando las células grasas se activan metabólicamente para quemar la propia grasa y generar calor, manteniendo la temperatura corporal estable. Sin embargo, cuando hace mucho calor, esto no ocurro, por lo que en vez gastar calorías, nuestro cuerpo suele ahorrarlas, siendo mucho más fácil ganar peso durante el verano.
Incluso, es bien sabido que en las zonas donde hace mucho más calor se tiene una mayor prevalencia de obesidad, mientras que en lugares con temperaturas bajas la probabilidad de obesidad es mucho menor.
Aún con esto, hay que tomar en cuenta que las vacaciones, el poco ejercicio físico o el exceso de ingesta de comida por las celebraciones familias o con amigos, propios del verano también influyen en la ganancia de peso.
¡Ya puedes echarle la culpa al calor por esos kilitos de más!