Una práctica común para aquellas personas que batallan para levantarse por las mañanas, es poner varias alarmas a distintas horas con la intención de despertarse con alguna de ellas y llegar temprano a su trabajo o escuela.
Este método es conocido como "snooze", y aunque pueda servir para algunas personas, los expertos del sueño señalan que podrían tener efectos negativos para el descanso y salud en general.
El problema de posponer el despertador es que el sueño fragmentado que conlleva no sólo carece de beneficios, sino que podría afectar al resto del día.
Los 10 minutos más de sueño que nos concedemos una y otra vez no son un sueño productivo. En todo caso, todo ese sueño interrumpido nos hace sentir más aturdido al no dejar que nuestro cerebro se despierte de forma normal.
Esto se debe a que al posponer el despertador es posible que la persona se quede dormida o altere su ciclo de sueño, aumentando las posibilidades de sentirse más cansado durante el día.
Cuando posponemos las alarmas, las desviaciones resultantes en el horario de sueño pueden alterar el reloj interno de tu cuerpo, alterando el ritmo de importantes procesos biológicos y haciendo que estemos más somnolientos durante el día.
Cada vez que nos despertamos para apagar la alarma se interrumpe el ciclo de sueño iniciándose uno nuevo. Estas interrupciones pueden llevar a lo que se conoce como inercia de sueño: una sensación de aturdimiento y de falta de energía.
Si haces de forma seguida el "snooze", probablemente debas replanteartelo para tener un mejor sueño.