El arrepentimiento es esa amarga sensación que nos queda después de no haber hecho algo. ''Y si hubiera hecho esto, y si hubiera hecho aquello'', son los principales pensamientos que quedan cuando nos arrepentimos y que buscamos evitar a toda costa.
Sin embargo, el arrepentimiento es primordial para la supervivencia de los seres humanos pues este surge de una consecuencia inevitable de alguna elección. Cada decisión que tomamos implica renunciar a otras posibilidades.
El remordimiento está ligado a lo que los psicólogos llaman ''contrafactuales'', que son escenarios hipotéticos que dan vueltas y vueltas en nuestra cabeza: ''¿Y si hubiera ido a esa fiesta?'', ''¿Y si hubiera aceptado ese trabajo'', son algunos ejemplos que no son más que proyecciones, pues lo que parece una mejor decisión en nuestra imaginación quizá no hubiera resultado tan perfecto como creeríamos.
Al intentar eliminar por completo el arrepentimiento de nuestra vidas, perdemos un elemento esencial de nuestro crecimiento personal. Aunque son dolorosos, los remordimientos nos sirven como guía hacia una versión mejor de nosotros mismos.
Estudios han comprobado que el arrepentimiento nos ayuda a identificar errores de juicio o de conducta, y llega a convertirse en un poderoso motor de cambio. La mejor opción para crecer es no tratar de borrar el arrepentimiento, sino de convertirlo en lecciones.
Al aprender de nuestros remordimientos, podemos reajustar nuestras acciones futuras para evitar repetir los mismos patrones. Aunque el arrepentimiento es inevitable, puede minimizarse tomando decisiones que estén en consonancia con nuestros valores más profundos.
Lo primero es preguntarse ''¿Esto eligiendo esto porque es lo que quiero o porque es lo que los demás esperan de mí?''. El arrepentimiento suele surgir cuando nuestras decisiones se toman para complacer a los demás en lugar de decidir por nuestros propios principios.
Aprender a vivir con el remordimiento, considerándolo como una forma de brújula moral y no como una condena, nos permite evitar convertirlo en una carga. Al final, quizá no se trate de buscar una vida sin remordimientos, sino una en la que consigamos hacer las paces con ellos.