Aunque los sueños están presentes a la hora de dormir y son disfrutables por la mayoría de personas, de seguro si pudiéramos elegir, optariamos por nunca tener pesadillas.
Y es que los sueños son una representación mental de nuestro subconsciente, por lo que asusta que nuestra propia mente sea capaz de crear escenarios de los que incluso buscaríamos escapar y asustarnos.
Debido a ello, algunos investigadores han estudiado las pesadillas y han encontrado algunas conclusiones interesantes.
Las pesadillas, aunque cueste creerlo, deben cumplir una función importante para nuestra supervivencia, pues no han desaparecido como producto de la evolución.
Por esto, la hipótesis de los expertos del sueño apuntan a que estos sueños podrían ser una forma de preparar al cerebro de aquellos problemas que requerimos resolver.
Las pesadillas probablemente evolucionaron para ayudarnos a ponernos ansiosos ante peligros potenciales.
Incluso las pesadillas postraumáticas, que lo único que hacen es volver a traumatizarnos, pueden haber sido útiles en tiempos de nuestros ancestros, cuando un animal salvaje que te había atacado, o una tribu rival que te había invadido podían volver.
Si bien son desagradables, las pesadillas pueden ser una herramienta más de nuestro cuerpo para mantenernos preparados ante el peligro.